domingo, 11 de octubre de 2015

La rueda del año II - el ciclo de los dioses

Esta Imagen la he obtenido de una tienda americana de productos wiccanos. Pincha aquí para acceder


La Rueda comienza su eterno girar cuando el frio se acerca. La oscuridad gana terreno a la luz y el Dios parte hacia las tierras del Eterno Verano donde se corona Señor.

Cuando el velo que separa los  Mundos se vuelve invisible, los vivos, los muertos y los que han de venir, comparten la comida, el aire, el calor del fuego y pisan la misma tierra.
El Dios ha muerto, ha dejado atrás su gran poder en la tierra y todo el amor que compartió con la Diosa.

La Gran Madre lo acoge en su vientre donde dormita y viaja por las tierras del Eterno Verano. En ese vientre inmenso donde estamos todos y las almas que ya han partido brillan tintineando de alegría en el útero de la Diosa.

La semilla del Gran Dios germina en la Gran Madre, quien dará a luz en el solsticio de invierno de nuevo al Dios Astado.

El Invierno es frio y duro, pero el Dio nacido alimenta con su luz la esperanza del renacimiento de la vida. Poco a poco va creciendo y la Diosa lo instruye en los misterios compartiendo con el su sabiduría.
Sin miedo y con paso firme los brotes van surgiendo entre el frio hielo. La sangre de la tierra fluye cristalina por entre las nieves. Es el Espíritu del Dios quien alegra y revitaliza la energía de la Diosa. Las semillas brotan, los arboles comienzan a cubrirse de hojas. La vida vuelve a la vida.

Es la Diosa, con sus encantos, quien seduce al Dios. Sus Espíritus fuertes y fecundos, se entrelazan sosteniendo al mundo con su energía de vida. El Dios está en su máximo esplendor y la Diosa le iguala en hermosura. Ambos se guían por su amor y enaltecen la vida.

Con el tiempo los Grandes Dioses envejecen y pierden su fuerza de antaño. Sus rostros se oscurecen, se marchitan y por ultimo mueren. Pero la muerte es la esperanza de la vida, del renacer. Es el vientre de la Diosa anciana quien contiene la semilla y el poder del renacimiento del gran Dios. El mismo gran Dios que nació de ella, compartió sus conocimientos, la amó, murió en su vientre y la hizo madre.

La Rueda gira y seguirá haciéndolo.

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